El presidente López Obrador inició su segundo informe de gobierno destacando con orgullo, una vez más, la lucha de su gobierno contra la corrupción. Sin embargo, es momento de evaluar si el mexicano común se siente agradecido porque ya estén detenidos Emilio Lozoya, el exgobernador César Duarte, Rosario Robles, García Luna y otros funcionarios reconocidos por este gobierno como íconos de la corrupción.
Más allá de un aplauso de compromiso porque efectivamente sí queremos justicia, los resultados no merecen más, pues se quedan cortos respecto a las expectativas que se generaron. Todo lo demás que se diga alrededor de este tema es etéreo, difuso, confuso, sin sustento. Se agradece la buena intención, pero los resultados son muy magros y no llegan al fondo del problema.
Por ello, más allá de reconocer que sí es justo castigar a funcionarios que generaron daño patrimonial a nuestro país y por tanto, se aprueban estas acciones jurídicas, esto no nos entusiasma ni nos tranquiliza. Mucho ruido y pocas nueces.
¿Será por ello que para la nueva temporada de esta serie mediática los productores están en pleno fichaje de protagonistas top, de alto rating? Sólo así se explica la pretendida consulta mediática para enjuiciar a los “4 fantásticos”.
¿Podríamos asegurar que esta gran cruzada contra la corrupción le genera un gran significado al chofer de microbús, al mesero de un restaurant, al empleado de una gasolinera, a un maestro de primaria o al dueño de una tiendita, entre otros ejemplos?
Por otra parte, nos deja un mal sabor de boca que no ha habido ni acciones jurídicas ni explicaciones convincentes a los cuestionamientos que se han hecho a algunos funcionarios del gobierno de la 4T que se hicieron bolas pretendiendo justificar propiedades y bienes raíces que fueron ignoradas en sus declaraciones patrimoniales, que son obligatorias. El perdón gratuito parece injusto y ensombrece el combate a la corrupción.
La verdad, esta cruzada patriótica contra la corrupción, tal y como se está llevando a cabo, le tiene sin cuidado al ciudadano, pues no forma parte de su problemática cotidiana. Hay otra corrupción que es la que duele hasta las lágrimas, pero al presidente no le preocupa y por tanto, es ignorada.
Nos referimos a la corrupción cercana, silenciosa, que nunca llega a los noticieros ni a la prensa, pero genera mucha rabia, frustración e impacta la vida del ciudadano, afecta su patrimonio personal y muchas veces va acompañada de vejaciones que lastiman la autoestima.
Es la corrupción que acosa, hostiga y agrede cotidianamente a los mexicanos y para ella no ha habido ni un guiño por compromiso.
Por ello podemos interpretar que la corrupción prioritaria para el gobierno de la 4T no es la que lastima al ciudadano, sino la que ofrece show mediático y tiene rentabilidad política. Es la que nos quieren vender como un duelo de titanes, capaz de ganar para el protagonista un lugar en la historia de México. Pretenden vendérnosla tan grandiosa como la mítica batalla de San Jorge contra el dragón.
¿Cuándo ha habido una auténtica campaña para castigar a toda la corrupción que hay en las oficinas de gobierno distribuidas en todo el país?.
Nos referimos específicamente a los inspectores que extorsionan a los comerciantes, así como los agentes de tránsito y policías de proximidad que son, quizá, los que en volumen acosan más a la sociedad, porque son quienes tienen mayor contacto directo con el ciudadano.
Patrullas de policía levantan a muchachos muy jóvenes para extorsionar a sus familias amenazándoles con fabricarles cargos y cuando no pagan les siembran droga. Los agentes de tránsito detienen a los transportistas para revisar documentos y así encontrar como exigir la “mochada”. Hay corrupción en las cárceles, vendiendo protección a los reclusos. Los “moches” que exige la policía para dejar trabajar a los ambulantes. La protección de las autoridades a los delincuentes que cobran derecho de piso a los microempresarios. Las oficinas de los ministerios públicos que no se mueven para investigar los delitos si no hay un “moche” de por medio. La búsqueda de chivos expiatorios para colgarles delitos de alto impacto para proteger a los verdaderos autores, quienes ya pagaron para ser exonerados. Estos son sólo unos de los múltiples rostros de la corrupción cotidiana gubernamental, que para las víctimas representa un trauma y graves consecuencias, pero es ignorada en Palacio.
¿Cuándo ha habido un programa para evaluar la atención en los ministerios públicos y erradicar la corrupción salvaje, dolorosa y grave que ahí se practica?
Evidentemente ni todos los funcionarios públicos, ni todos los agentes de tránsito, ni todos los policías, ni todos los agentes del ministerio público, ni todos los jueces son corruptos y quizá la mayoría de ellos sean honestos.
Sin embargo, los que sí practican el delito de extorsión al ciudadano común aprovechando el poder que les da un cargo público, aun siendo minoría, lastiman la credibilidad total del estado de derecho y del sistema de impartición de justicia.
¿En qué le beneficia al ciudadano común la detención de Emilio Lozoya o la del ex gobernador de Chihuahua César Duarte?. Esa es una corrupción abstracta y lejana al ciudadano típico, porque solo beneficia la competencia y rivalidad política de alto nivel. Es el combate a la corrupción de alta rentabilidad política para el gobierno, porque tiene un efecto electoral.
Por supuesto que todos queremos que se castigue la denominada “estafa maestra”, pero siendo una operación tan grande y en la que participaron tantos funcionarios corruptos, hasta el momento solo tiene un detenido importante que es Rosario Robles y quizá unos cuantos más, pero de bajo nivel. Por tanto, aun siendo un acto de justicia que aplaudimos, trae aparejado el desagradable olor de la venganza. Toda la corrupción de PEMEX durante tantos años pareciera ser que sólo fue orquestada por Lozoya y unos cuantos nombres que él denuncie.
Esas estrategias justicieras no benefician al ciudadano anónimo y por ello el combate a la corrupción es un discurso que no permea hacia las bases sociales, más que como noticia.
La corrupción que realmente nos preocupa a los ciudadanos es la cotidiana, esa que nos acecha día tras día y nos afecta en lo personal y sin embargo, es ignorada por los paladines de la justicia anticorrupción.
Lo demás… es un show político.
¿Usted cómo lo ve?
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